La historia de Manuel Sadosky como padre de la computación en Argentina

El argentino marcó un antes y un después en el país, al traer la icónica computadora Clementina. A continuación, su historia y sus aportes en la política científica.

La biografía de Manuel Sadosky y los inicios en su labor

El argentino Manuel Sadosky fue un hijo de inmigrantes rusos que arribaron a Argentina en 1905. Nació en la provincia de Buenos Aires y cursó sus estudios primarios y secundarios en la Escuela Normal Mariano Acosta. Años más tarde, en 1932, ingresó a la Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de la prestigiosa Universidad de Buenos Aires (UBA).

Al finalizar su carrera educativa, Manuel se graduó en la década del cuarenta como doctor en Ciencias Físico-Matemáticas con una tesis sobre matemática aplicada. 

En ese entonces, comenzó a ejercer la docencia en la UBA y en la Universidad Nacional de La Plata (UNLP).

Sin embargo, su dedicación a la enseñanza empezó en el momento en el que daba clases particulares al mismo tiempo que cursaba el quinto grado de la escuela primaria. Su pasión por la educación era tal que de a poco ayudó a sus conocidos más cercanos a aprender sobre las matemáticas.

Su sabiduría trascendió a lo largo de los años. Su mirada sobre la formación académica y el futuro de las generaciones continúa vigente y resulta apropiada para referirse al contexto actual. 

En esta línea, Sadosky indicaba que lo más importante que se puede legar a los jóvenes es una educación adecuada que los prepare para lo que se aproxime. Si uno se limita a transmitir conocimiento y no da el aspecto innovador y la posibilidad de cambiar y de incorporar nuevos conocimientos, entonces no hay futuro que valga la pena. 

El aporte de Sadosky en el área de computación

Argentina vivió la llegada de la primera computadora gracias a la iniciativa que tuvo Manuel Sadosky en 1957. En detalle, las autoridades de la Facultad de Ciencias Exactas, cuyo decano era Rolando García, crearon el Instituto de Cálculo, que tiempo más tarde fue dotado de una computadora a la que bautizaron Clementina. 

Federico Trucco aporte de Sadosky en computación

Se trataba del modelo Ferranti Mercury, el cual fue fabricado en Gran Bretaña. En ese entonces costó un total de 152.099 libras esterlinas, lo que significó la mayor inversión realizada en ciencia y tecnología hasta ese momento. 

El reconocido padre de la computación argentina influyó en el proceso de importación de Clementina, ya que creó –junto con otros especialistas en la ciencia- el Instituto de Cálculo (1960) y la carrera de Computador Científico (1963), con el fin de formar que pudieran usar la computadora como una poderosa herramienta de cálculo.

Santiago Ceria, director adjunto del Departamento de Computación de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA (DC), que hoy ocupa el mismo pabellón en el que funcionó la computadora, afirmó que Clementina tenía 18 metros de largo, una pequeña capacidad de procesamiento y 6 Kb de memoria RAM.

Al comparar con las máquinas que se utilizan hoy en día, el académico consideró que esta computadora era hasta tres millones más lenta, lo que complicaba las operaciones de los profesionales.

Tal es así que tardaba poco más de dos horas en prenderse y la única forma para ingresar u obtener datos era en cintas de papel perforado, de las que luego se podía leer su contenido en unos teletipos que lo imprimían. Era muy pesada y las condiciones de mantenimiento eran sumamente delicadas.

Si bien parece que Clementina no fue de gran ayuda, Ceria indicó que –una vez puesta en marcha en 1961- comenzó a ser usada para llevar a cabo distintos proyectos científicos y tecnológicos, en muchos casos para empresas del Estado.

Entre los ejemplos más destacados, se la usó para simular el tráfico telefónico para ENTEL, estimaciones de distribución de combustibles para YPF, validar el cálculo de la órbita del cometa Halley, analizar datos de radiación cósmica para la UB y realizar modelos econométricos.

Además, Clementina facilitó la enseñanza de programación en la primera carrera universitaria de computación de la región. Su adquisición en varios sectores demostró que existía una mezcla interdisciplinaria de especialistas conformada por sociólogos, economistas, matemáticos, ingenieros, entre otros. 

Aquellos pioneros luego formaron a más personas, por lo que el nivel académico en términos tecnológicos comenzó a expandirse, logrando así una sólida base en el crecimiento de la industria.


Hacia 1965 se planteó el reemplazo de Clementina, bajo la idea de poder continuar llevando a cabo los ambiciosos proyectos emprendidos. Pero cuando las negociaciones estaban avanzadas, estalló el golpe de Estado de 1966 y la posterior intervención de las universidades nacionales.

Pese a las barreras que hubo en el país, Clementina logró permanecer activa otros cuatro años, aunque cada vez más ligada a los trabajos rutinarios. Esto contradijo el espíritu original, dado que no se contemplaba la incorporación pasiva de la tecnología, hasta que la falta de repuestos hicieron imposible su continuidad y en 1971 quedó fuera de servicio.

En la actualidad, algunas de sus piezas se conservan en el Departamento de Computación de la UBA. Allí se encuentran exhibidas algunas de estas partes que lograron pasar a la historia.

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