La historia de Bárbara McClintock como pionera en la genética vegetal

La científica estadounidense llevó a cabo un trabajo pionero, que revolucionó la comprensión de cómo funcionan los genes y cómo evolucionan los genomas de las plantas. Por ello, fue galardonada con el Premio Nobel de Fisiología o Medicina en 1983.

Los primeros pasos académicos de Bárbara McClintock

Barbara McClintock, científica especialista en citogenética, nació el 16 de junio de 1902 en Hartford, Estados Unidos. A medida que fue creciendo, se fue vinculando con el campo de la ciencia, obteniendo una excelente formación en lo que luego le otorgó un Premio Nobel.

A sus 17 años de edad se matriculó en la Facultad de Agronomía de la Universidad de Cornell, en Nueva York. Desde entonces se dedicó de forma plena a la investigación, desarrollando un método que permita la identificación de los cromosomas del maíz. Dicha técnica, que siguió desarrollando a lo largo de su vida, ayudaba a distinguir cada uno de los cromosomas en la dotación cromosómica de cada célula.

Al mismo tiempo, en la Universidad de Cornell ocupó el cargo de profesora de botánica y perteneció al grupo de investigación.

Ya en 1936 se desarrolló como profesora ayudante en la Universidad de Missouri, en Columbia, donde permaneció durante cinco años. En 1942 obtuvo un puesto en el departamento de Genética de la Carnegie Institution del Cold Spring Harbor de Long Island (Nueva York). 

El aporte de Bárbara McClintock en el mundo de la ciencia genética

En primer lugar, cabe aclarar que McClintock comenzó a estudiar en la Escuela de Agricultura Cornell en 1919, donde estudió botánica y obtuvo el título de Bachiller universitario en ciencias en 1923.

Su interés por la genética se despertó en 1921, mientras asistió al primer curso de esa materia, dirigido por el genetista C. B. Hutchison. Fue en este momento que participó también de un curso de genética para graduados en 1922, lo que marcó un antes y un después en su carrera.

Fue así que McClintock se dedicó en el que por aquel entonces era el novedoso campo de la citogenética del maíz. Su grupo de investigación estaba compuesto por mejoradores vegetales y citólogos, entre ellos Marcus Rhoades, George Wells Beadle y Harriet Creighton.

Su trabajo se centró principalmente en desarrollar técnicas para visualizar y caracterizar cromosomas del maíz. En detalle, creó una técnica para poder ver los cromosomas mediante microscopía óptica, mostrando por primera vez la forma de estos.

Al estudiar su morfología, ella fue capaz de relacionar caracteres que se heredan de forma conjunta con segmentos cromosómicos y confirmar que los cromosomas eran el hogar de los genes.

En 1930, Barbara McClintock se convirtió en la primera persona en describir los entrecruzamientos que se dan entre cromosomas homólogos durante la meiosis.

En detalle, McClintock demostró junto con su estudiante de tesis doctoral Harriet Creighton que hay una relación entre ese entrecruzamiento cromosómico meiótico y la recombinación de caracteres heredables.

Ambos observaron que la recombinación de cromosomas y el fenotipo resultante daban lugar a la herencia de un nuevo carácter.

Luego, entre 1931 y 1932, trabajó en Missouri con el prestigioso genetista Lewis Stadler, quien le mostró el uso de los rayos X como un elemento capaz de inducir a mutaciones.

Usando líneas de maíz mutagenizadas, McClintock identificó los cromosomas en anillo, esto es, estructuras de ADN circulares generadas por la fusión de los extremos en un único cromosoma irradiado.

Durante este período también demostró la existencia del organizador nucleolar en una región del cromosoma 6 del maíz, lo cual fue esencial para el ensamblaje del nucléolo.

Asimismo, sus investigaciones arrojaron que los genes no siempre ocupan el mismo lugar del cromosoma. Se trató de la transposición, algo que chocaba con la idea de que el material genético era estático. Era, por tanto, un elemento mucho más complejo y flexible de lo que se asumió en su época, una estructura dinámica capaz de reorganizarse a sí misma.

Sin embargo, cuando se dio a conocer por primera vez que la información genética puede transponerse de un cromosoma a otro, los científicos conservadores pensaron que sus hallazgos no eran aplicables a todos los organismos.

No fue sino hasta la década del sesenta, cuando los biólogos François Jacob y Jacques Monod descubrieron elementos similares en bacterias, por lo que se reconoció la importancia de la investigación de McClintock.

Fue así que se le otorgó el Premio Nobel de Fisiología o Medicina en 1983, y hasta hoy en día sigue siendo la única mujer que recibió un premio en esta categoría.

La comunidad científica considera a Barbara McClintock como una de las figuras más grandes del Siglo XX. Una mujer que supo mantenerse firme en sus convicciones y ajena a los altibajos de las corrientes biológicas en boga, representa, por encima de todo, la libertad de pensamiento.

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