El argentino que puso a Argentina en lo más alto de la ciencia

Raúl Alfonsín impulsó el desarrollo científico y tecnológico del país, al crear prestigiosas instituciones como el CONICET. El expresidente de Argentina promovió además la inversión en la investigación local.

Raúl Ricardo Alfonsín nació el 12 de marzo de 1927, en Buenos Aires. Durante toda su vida desempeñó distintos cargos, como abogado, estadista, diputado, senador y hasta presidente de Argentina. Se destacó como dirigente de la Unión Cívica Radical, aunque también ocupó un lugar importante en el área de la ciencia y tecnología. 

En detalle, el entonces padre de la democracia se puso al hombro una lucha para terminar con la fuga de cerebros, un fenómeno social que se dio por motivos políticos. Los jóvenes en ese entonces se vieron obligados a abandonar el país y buscar mejores oportunidades de vida, que les permitiera progresar como profesionales. 

Hasta entonces, las políticas que estaban vigentes no acompañaban la idea de un proyecto de desarrollo integral. Había un vacío económico, político y cultural que puso en jaque a la política científica. 

La Asociación Civil Ciencia Hoy -entidad sin fines de lucro que funciona en Argentina y Uruguay- aseguró que si bien las políticas generales y científico-tecnológicas aplicadas entre 1930 y 1983 tuvieron variados grados de éxito, para la década de los ochenta, daban signos elocuentes de crisis, entre otros, en la intención del gobierno constitucional en establecer sobre bases firmes la actividad científico-tecnológica.

Como parte de esa crisis, se produjo una emigración significante de científicos locales, motivada por la intolerancia ideológica, la violación de las libertades cívicas y por falta de oportunidades económicas, de participación política y de reconocimiento profesional y social.

En el marco del régimen democrático, Manuel Sadosky –quien se desempeñó como secretario de Ciencia y Tecnología- promovió en 1984 la creación de una comisión de informática, con el objetivo de establecer las bases de un plan nacional.

En esta línea, las autoridades de turno inauguraron la Escuela Superior Latinoamericana de Informática y la Escuela Argentino-Brasileña de Informática. En ambos casos, la meta estuvo puesta en formar personas que sean capaces de dominar este tipo de conocimientos.

En otras palabras, se trató de una iniciativa que pretendía crear docentes e investigadores de calidad. Era la única manera de poner al país a la altura de las nuevas exigencias. Cada uno de ellos debía estar en condiciones de satisfacer las necesidades del desarrollo y de los futuros estudios de postgrado en la región.

Las figuras detrás de esta propuesta aseguraron que los dirigentes que habían gobernado hasta entonces no tenían una verdadera noción sobre la importancia de los recursos humanos. Para ellos, el foco no estuvo puesto en apostar por la ciencia y el desarrollo local.

Respecto al Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), el Gobierno decidió cambiar el mecanismo de subsidios, por lo que el dinero pasó de depender de los directores de instituto a realizarse mediante convocatorias públicas. 

El avance en el país comenzó a notarse con la creación de distintas iniciativas, cuyos propósitos eran apostar por el futuro del territorio. Los profesionales comenzaron a verse apoyados por los grandes cargos, quienes promovían espacios de intercambio y estudio. 

Se creó dentro del CONICET el área de Transferencia Tecnológica para mejorar la vinculación con el sector productivo. En 1988, se destacó la creación de una única universidad, la Universidad Nacional de Formosa. Además se llevó a cabo el Sistema de Apoyo para Investigadores Universitarios. Su función era entregar un incentivo a aquellos docentes universitarios que investigaban en el país.

En ese mismo año, Raúl Alfonsín aseguró que la sociedad argentina necesitaba de una ciencia más avanzada y sofisticada para salir de la decadencia que por años se mantuvo. El inicio de la normalización de las instituciones tecnológicas y científicas permitió encontrar un lugar digno en el nuevo orden económico internacional, según indicó.

La evolución de la ciencia en la gestión de Raúl Alfonsín

Poco después de su llegada al cargo, Alfonsín designó al matemático Manuel Sadosky como titular de la Secretaría de Ciencia y Tecnología (SCyT), con el objetivo de que el ámbito científico lo liderara un investigador en vez de los militares. 

Durante su mandato, el área se enfrentó a fuertes limitaciones presupuestarias, lo que resultó en un congelamiento del presupuesto en el sector entre 1983 y 1989.

A pesar de estas restricciones, Alfonsín logró preservar y expandir el sistema científico, alcanzando incluso niveles relativamente altos de inversión, teniendo en cuenta el contexto económico de la época.

Una de las acciones más significativas fue el impulso a la repatriación de investigadores emigrados, así como la reincorporación de aquellos que habían suspendido sus carreras durante la dictadura.

El rol de la argentina en el área de la ciencia

Desde la década de 1960, la UNESCO recomienda que los países inviertan al menos el 1% del Producto Bruto Interno (PBI) en actividades de investigación y desarrollo. En 2011, Argentina destinó el 0,64% de su PBI a este fin.

Otro indicador relevante para medir el avance científico es la base de recursos humanos en un país. A partir de 2003, esta cifra comenzó a crecer después de estar prácticamente estancada durante la segunda presidencia de Carlos y los mandatos de Fernando De la Rúa y Eduardo Duhalde.

Algunos expertos observaron que con el paso del tiempo se logró revertir la crisis en el sistema científico, que incluía bajos niveles de inversión y una emigración de investigadores, sobre todo jóvenes, gracias a medidas como el otorgamiento de becas por parte del CONICET y el fortalecimiento del Programa Raíces, que atrajo científicos del exterior.

Por su parte, Pedro Bekinschtein -investigador del CONICET y experto en neurobiología- señaló que evaluar el desarrollo científico solo por la cantidad de científicos per cápita es insuficiente. Por este motivo, propuso indicadores alternativos, como la cantidad de patentes, publicaciones internacionales y referencias a esas publicaciones. 

En esta línea, las publicaciones argentinas en la Science Citation Index (SCI) casi se cuadruplicaron entre 1990 y 2011.

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